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miércoles, 24 de diciembre de 2014
Feliz Navidad
Era
el más pequeño de la casa y aunque, normalmente también el más
ignorado, en aquella ocasión todos se afanaban en darle instrucciones
precisas de como desarrollar el cometido para el que había sido
seleccionado, como si hubiera otro que pudiera llevar a cabo su misión.
El calor del hogar hacía que aunque llevara aquellas pintas el frío no
le llegara hasta los huesos. En la soledad de su dormitorio pensaba en
todo lo ocurrido hasta llegar a aquel preciso instante. José, su padre,
llegaría tarde del trabajo en la carpintería. El jefe lo tenía
trabajando hasta última hora como si aquel día fuera uno cualquiera y
bien sabía él que no lo era. Si cerraba los ojos y se concentraba lo
suficiente podía notar la caricia recia de la mano encallecida de su
padre. Su madre iba de un lado a otro de la casa organizando y dando
retoques por doquier, todo tenía que salir bien, María era tan dulce que
incluso cuando le regañaba por no hacer las tareas parecía darle mimos.
Sus hermanos no tendrían ese día el privilegio de ser el centro de
atención, pero no se librarían de su cometido, ambos rezaban para que
nadie del instituto les reconociera de aquella guisa. Mamá ya iba
deslumbrante con su saya azul a juego con la tela que le cubría la
cabeza, mientras Pedro y Juan lucían pieles de borrego por toda la ropa
incluidos los zurrones donde guardaban los caramelos que harían las
delicias de aquellos niños, que a diferencia de él no tenían la suerte
de tener una familia como la suya. Jesús bajó las escaleras vestido tan
solo con una sabana alrededor de la cintura. Pasaría frío en el viaje
pero daba igual.
El orfanato donde cada año acudían para representar el belén viviente era de aspecto tan frío que según decía su padre, más parecía una cárcel que el hogar que aquellos niños necesitaban, ante lo que su madre siempre respondía lo mismo: es imposible, ni lo pienses. El tío Francisco que era el director del centro ya había preparado el pesebre para la representación. Los chicos estaban impacientes, según comentó nada más verlos llegar. Jesús se acomodó en su lugar y sus padres se colocaron a cada lado. Una mula y un buey que solo Dios sabía de dónde los había sacado su tío ocupaban la parte posterior del portal. Los pastores Pedro y Juan comenzaron a repartir caramelos con una sonrisa de oreja a oreja. Tanto a él como a sus hermanos les era imposible olvidar que no hacía tanto ellos también esperaban con expectación el día de Navidad en aquel mismo lugar.
Manuel Sánchez-Sevilla
Feliz Navidad
El orfanato donde cada año acudían para representar el belén viviente era de aspecto tan frío que según decía su padre, más parecía una cárcel que el hogar que aquellos niños necesitaban, ante lo que su madre siempre respondía lo mismo: es imposible, ni lo pienses. El tío Francisco que era el director del centro ya había preparado el pesebre para la representación. Los chicos estaban impacientes, según comentó nada más verlos llegar. Jesús se acomodó en su lugar y sus padres se colocaron a cada lado. Una mula y un buey que solo Dios sabía de dónde los había sacado su tío ocupaban la parte posterior del portal. Los pastores Pedro y Juan comenzaron a repartir caramelos con una sonrisa de oreja a oreja. Tanto a él como a sus hermanos les era imposible olvidar que no hacía tanto ellos también esperaban con expectación el día de Navidad en aquel mismo lugar.
Manuel Sánchez-Sevilla
Feliz Navidad
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